En verano del 2019, nuestra compañera Irene realizó un voluntariado en la selva amazónica de Perú.
Una experiencia que ha querido compartir con todos nosotros y contigo.
Su primer voluntariado de estas características, y según ella, el primero de muchos. Porque ha sido una de los mejores viajes de su vida.
Os dejamos con ella… 🙂
ATERRIZAJE A LO DESCONOCIDO
Al aterrizar en el aeropuerto ya siento el calor selvático. Ese calor que tanto echaba de menos al haber estado viajando por la parte andina de Perú las últimas semanas.
Al salir me espera Andrea. Una chica de cara dulce pero tan fuerte como un roble. Su amor, energía y sueño han levantado en tan solo 2 años este gran proyecto. Una chica que bien merecería una historia aparte.
En el tuk-tuk de camino al puerto hablamos y conversamos sobre nuestras vidas. Y ya en el puerto una barca me espera para llevarme a Santa Clara. Una comunidad de poco más de 300 habitantes y donde pasaré las siguientes 2 semanas.
Andrea se queda en Iquitos haciendo unos recados y yo me embarco a mi nuevo destino. 30 minutos surcando el Amazonas. ¡Qué emoción! ¡Estoy navegando por el río más largo y caudaloso del Mundo! ¡y con la selva a sus dos lados!
En Santa Clara me esperan Gurene, Luisa y Nacho, mis nuevos compañeros y con los que compartiré esta experiencia junto a otros voluntarios que se irán uniendo a lo largo de las dos semanas que estaré allí.
Mi bienvenida no puede ser mejor. Nada más llegar: “Deja la mochila, que nos vamos de excursión, es domingo y lo vamos a aprovechar”.
Pasamos el domingo entre risas (y las que me quedaban) en Agua Encantada, un riachuelo donde nos bañamos con los lugareños que están descansando ese día allí.
Jugando a la pelota con los niños no me puedo sentir más afortunada.
Volvemos andando entre una vegetación de escándalo a Santa Clara. Un baño en el Amazonas y a nuestra casita.
Y ahí. Tumbada en una hamaca. Bajo la oscuridad de la noche comienzan los 15 días de la mejor experiencia que he tenido en mi vida.
PROYECTO IQUITOS
¿Qué puedo aportar yo? ¿Cómo voy a poder ayudar? ¿Qué me voy a encontrar? Tantas preguntas que el primer día ya me doy cuenta que no debían de haberme quitado el sueño.
En el proyecto hay cabida para todo tipo de personas. Da igual a lo que te dediques, da igual si tienes experiencia, porque el denominador común es el AMOR.
Si bien es cierto que este espacio necesita de proyectos ambiciosos, que supongan un antes y un después para la comunidad, si no lo tienes ¡no importa! Porque el solo hecho de poder ofrecer abrazos, conversaciones, compañía, juegos… lo que sea a esos pequeños, ya es mucho más de lo que imaginamos ¿y por qué?
Porque el proyecto se basa en empoderar a esta comunidad de sonrientes y acogedoras personas. Pero sobretodo de darle un espacio a los niños para que puedan ser durante unas horas al día lo que son, NIÑOS.
SANTA CLARA
Esta comunidad ha evolucionado una barbaridad. Y Proyecto Iquitos ha tenido que ver mucho en ello.
Los lugareños trabajan principalmente en una refinería que hay cerca, pescando, haciendo comercio, o lo que surja. Todo es válido para comer.
En muchas ocasiones, los más pequeños ayudan a sus mayores en labores que como niños no les corresponderían, pero ¿qué van a hacer?
¿Van a la escuela? Sí, la mayoría de días, pero ¿eso les va ayudar a cambiar la situación? En muchas ocasiones, No.
La educación allí dista mucho del sistema educativo que tenemos en otros países más privilegiados. Además de que para continuar los estudios se necesitan muy buenas notas para conseguir una beca que les permita seguir avanzando, cosa que no ocurre.
Por ello, al llegar las 15h los niños acuden a la pérgola donde les esperamos los voluntarios para comenzar la sesión de juegos libres. Jugar. Eso es lo que quieren. Ser escuchados. Ser niños.
Y saben que luego van los talleres, y pueden elegir el que más les guste ¿baile? ¿música? ¿teatro? ¿cocina? ¿manualidades? Cada semana tienen varios en los que elegir.
Y luego uno de los momentos más esperados ¡la merienda! Cómo se relamen los dedos. Incluso a veces el vaso que ha dejado el de al lado.
Pero bueno, ellos son muy listos, y saben que la puerta de la casita de voluntarios está abierta casi las 24h. Al salir de la escuela se pasan a menudo a saludar. A pintar. A hablar. Saben que somos sus amigos y que allí tienen su espacio.
¡Eso sí! Si toca descansar, toca descansar 😊
¿PERO QUÉ HACE PROYECTO IQUITOS?
Qué no hace sería la pregunta.
Más allá de los lunes planificar los talleres que se realizarán esa semana por las tardes con los niños y jugar con ellos. Se intenta ir más allá. No se trata de entretener. Se trata de aportar.
El hecho de que la casita de voluntarios sirva de hospedaje ya da financiación para la merienda que se reparte a los nenes cada día.
Sirve para comprar medicinas. Sirve para conseguir material para los talleres.
Y Andrea. Esta chica se deja la piel en este lugar. Aportando ideas. Aportando una mano para cualquier tarea que mejore su futuro. Aportando amor.
Y la comunidad lo sabe. Te sonríen. Te saludan. Te invitan a hablar. O a jugar al fútbol 🙂
Yo era más de jugar al voleibol después de la escuelita. Bueno, de intentarlo. Porque ¡cómo juegan las tías! No podían reírse más de nosotros. Pero bueno, ¡hacíamos lo que podíamos!
MÁS QUE UN VOLUNTARIADO
Pero hay algo más en este voluntariado. Hay una conexión entre las personas que lo comparten. Hay convivencia. Hay amistad. Y eso es debido también a las condiciones en las que se vive esta experiencia.
Y es que ¡Imagina vivir en una cabaña en la selva!
Una casita de madera en la que compartes una habitación con literas (con mosquiteras por supuesto). Una terraza que hace a su vez de comedor, donde compartes noches de guitarra o ukelele meciéndote en una hamaca.
Un baño seco desde el que ves el río Amazonas pasar. Una ducha de agua de lluvia por la que saltas de alegría cuando ves caer gotas del cielo ¡se llena la bañera!
El agua potable se trae en cubos comprados a una familia de la comunidad. Aunque ahora van a tener un sistema que les permitirá a cada casita dos cubos de agua potable al día.
Con la única luz que la emitida por un generador común para todo el pueblito que solo funciona dos o tres horas por la noche. Y a veces.
Los voluntarios forman una familia en la que se establecen los quehaceres de cada semana para que ninguna tarea caiga en el olvido y todo se mantenga en armonía.
Aunque hubiera personas más espabiladas que otras, con risas se resolvía todo (lloré de la risa varias veces por este tema) y la convivencia seguía su curso.
Personas de las que aprender. Personas con las que compartir. Personas que el primer día no conoces y el último darías todo por ellas. Personas que se convierten en tu familia.
CÓMO VIVIR ESTA EXPERIENCIA
No hace falta tener un master. Ni haber hecho prácticas. Sí, hacen falta ciertas habilidades, tener muchas ganas, querer aportar ¡y que no te importe bañarte en un río de aguas marrones!
Lo ideal, ir con un proyecto en mente que creas que vaya a suponer una mejoría o aprendizaje allí. Pero no es obligatorio.
De hecho, yo fui sin nada concreto. Solo sabía dar masajes porque hice un estudio de quiromasaje. Al final acabé dando clases de aerobic porque de pequeña hacía como extraescolares ¡y les encantó!
Todo vale. Seguro que hay algo que sepas hacer ¿tocar un instrumento? ¿yoga? ¿algún taller de alguna temática? Y sino, seguro que sabes ESCUCHAR y DAR AMOR.
Si te quieres vivir una de las mejores experiencias de tu vida.
Si no te has atrevido aún a hacer ese voluntariado que tanto deseas desde hace tiempo.
Si te gustan los lugares exóticos.
Si deseas vivir de verdad otra cultura.
No lo dudes. Ves a Proyecto Iquitos.
Puedes contactar con Andrea a través de Instagram o Facebook.
Yo gracias a colaborar aquí, en Viaja, Disfruta y Ayuda, tuve la suerte de toparme con Viajes Tumaini, quién me abrió la ventana a este fabuloso proyecto. Gracias a ellas y a Viaja, Disfruta y Ayuda he podido dar algo de visibilidad a este fabuloso lugar.
Así que no lo dudes, porque si no te lanzas te estarás perdiendo un viaje inolvidable.
Inolvidable, sí.
He estado cuatro meses viajando por Sudamérica y se me han olvidado cosas. Es normal.
Pero nunca olvidaré cuando Luisito me llevó de excursión por la selva. De las risas del pequeño Valentino. O cuando Milenia, el día que nos despedimos, me dijo que me quería.
Eso siempre lo llevaré conmigo en el corazón.